Algunas ONG están empezando a ser tan irritantes con su telemarketing como las compañías de telefonía o de energía que nos fríen con sus llamadas para captarnos como clientes.
Muchos días trabajo desde casa, así que recibo abundantes llamadas con toda clase de ofertas. ¡Hasta me han ofrecido comprar un jamón a distancia!
Déjame que te cuente mis impresiones con las llamadas procedentes de tres grandes y conocidas ONG realizadas en frío, esto es, sin que mediara una petición o consentimiento por mi parte para recibirlas.
De una de ellas recibí múltiples llamadas en un corto espacio de tiempo para pedirme que mi hiciera socio. Lo había sido hasta hace poco, pero quienes me llamaban no lo sabían. Así que me hablaban como si tuvieran que darme a conocer una organización que obviamente ya conocía. Cuando les decía que hacía poco me había dado de baja, se quedaban algo descolocados.
Lo peor no era que no conocieran este antecedente, lo que tal vez se justifique por razones técnicas, sino que tantas llamadas en tan poco tiempo denotaba que lo hacían desde distintos centros que trabajan en paralelo. Lo mismo que hace Jazztel, entre otras, marca que abomino por su impenitente desconsideración con la gente a la que bombardea desde más de doscientos centros distribuidos por distintos países.
Otra organización me ha llamado igualmente en dos ocasiones en poco tiempo. La “conversación” que ha tenido lugar una hora antes de escribir estas líneas era un monólogo en el que inmediatamente después de decirme en nombre de quién llamaba me soltó una estadística sobre la prevalencia de una enfermedad y me hubiera propinado, estoy convencido, un montón de datos si no fuera porque la corté en seco.
A pesar de decirle que sabía qué pretendía y que no me interesaba, todavía me pidió que le diera un minuto para tratar de convencerme. Le dije que sería una pérdida de tiempo para ambos.
No insistió más. Cosa distinta que hizo hace poco la persona que llamaba en nombre de otra notoria organización, a la que no había forma de que aceptara mi rotunda negativa. Insistía con tanta perseverancia que mi tono amable (ya que es una ONG con la que he trabajado durante años) se convirtió en cabreo. Tuve que cortar la conversación de mala manera porque no iba a desistir hasta que no aceptara hacerme socio. Llegó a argumentar que un día podría necesitar yo la asistencia de esa organización, que debía hacerlo por mi propio interés.
Si no hubiera cortado la conversación, no sé hasta dónde habría llegado con sus argumentos. Tal vez que podría hacerlo por ella.
Soy un gran partidario de las llamadas consentidas. Incluso admito las llamadas en frío. No pienso, como otras personas, que entrañen ningún problema ético. Lo que sí traspasa una línea roja al convertirse en acoso son las llamadas descontroladas y carentes de empatía.
2022 ha sido un año difícil para las ONG porque han aumentado las necesidades de las personas más vulnerables tanto en nuestro país, por efecto de la inflación desbocada, como en el exterior, por la guerra de Ucrania y sus repercusiones en otros lugares. A la par, el incremento del coste de la vida ha perjudicado la captación de donantes, sobre todo regulares.
Se puede comprender que las ONG redoblen sus esfuerzos para remontar esta situación. Pero no deben hacerlo al precio de deteriorar su imagen y quemar este importante canal de comunicación.
De la misma forma que debemos ser, como ciudadanos, comprensivos con ellas, las ONG deben ser sensibles con nuestras necesidades y preferencias. Si no lo hacen, la fatiga del donante puede devenir en hartazgo.
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