Agustín Pérez, director de Ágora Social
En las ONG da mucho pudor hablar de dinero. Muchas ansían tenerlo, pero es un deseo inconfesable. Otras se jactan de ser pobres pero honestas, como aquellos antiguos hidalgos venidos a menos.
Sus dirigentes prefieren hablar de sus programas, de lo bien que trabajan, pero no de sus finanzas, del vil metal que hace posible sus realizaciones.
Mientras que en las empresas todo el mundo es consciente de que su nacimiento, su crecimiento y su muerte dependen del dinero, en las ONG muchos viven de espaldas a él. Como si el hecho de no tener ánimo de lucro hiciera indecoroso ponerlo en el centro de sus preocupaciones.
Hay miembros de juntas directivas o patronatos que preferirían sacarse la muela del juicio antes que solicitar donaciones a sus contactos.
He visto otros que, a pesar de ser empresarios o directivos de empresas, olvidan todo lo que saben cuando gobiernan una ONG. Por ejemplo, los que exigen una austeridad en los gastos de estructura que hacen que tenga una dimensión ridículamente pequeña para ser un sostén eficaz de sus aspiraciones. Porque casi todo el dinero debe ir a la misión, aunque a la larga esta política constriña su capacidad de acción.
He visto también cómo miembros de los equipos técnicos que no colaboran y tratan a los recaudadores de fondos con cierto aire de superioridad (porque ellos son los que saben más de la causa y se consideran los actores más importantes), aun cuando sus puestos están en peligro por la fragilidad de sus finanzas.
A menudo se ponen cortapisas a los recaudadores de fondos porque se considera que estos piden demasiado a la gente tanto en la cuantía como en la frecuencia.
He presenciado discusiones sobre la ética de ciertas actividades de captación de fondos en las que se aplica un rigorismo que no se tiene en otras áreas de comportamiento.
En definitiva, detecto un característico puritanismo que lastra las posibilidades de crecimiento del sector.
Algunos piensan que hunde sus raíces en prejuicios ancestrales hacia el dinero propios de nuestra cultura. Sin remontarse tan lejos, yo creo que responde también a una concepción distorsionada de lo es una organización sin fines de lucro.
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