Por Agustín Pérez, director de Ágora Social
La financiación institucional privada es un tanto corta de vista. Puede que haya excepciones, así que me perdonen quienes las practican por generalizar.
Me refiero a las subvenciones y otras ayudas que suelen otorgar fundaciones y empresas. Por regla general tienen un carácter finalista, se comprometen por una sola vez (aunque en ocasiones se repiten) y se orientan a programas misionales específicos.
Está muy bien. Pero estaría mejor que también hubiera entidades que apostaran no por un proyecto suelto, sino por fortalecer a una organización.
En tal caso, la aportación tendría que ser de libre disposición, plurianual y enfocada al fortalecimiento institucional.
La otra cara de la moneda por la que casi nadie apuesta.
He visto muchas organizaciones demasiado débiles, que no pueden asegurar la continuidad de sus programas o que ven muy limitado su alcance. Pueden incluso tener el dinero que buscaban para ellos, pero su estructura básica de funcionamiento pende de un hilo.
En mi opinión, un signo de una filantropía más madura es que una parte significativa de sus recursos se destinen a tratar de que las organizaciones del tercer sector crezcan y sean más sostenibles, a que adquieran mayor claridad estratégica y coherencia en su actuación, a que refuercen su liderazgo y gobernanza, a que conecten con la sociedad mediante una mejor comunicación, a que puedan compensar a su personal remunerado con un salario más acorde a su valía y mejores condiciones laborales, etc.
La filantropía puede tener un efecto transformador cuando combina el dinero con las acciones de fortalecimiento institucional. Para que las organizaciones tengan mayor resiliencia organizacional y financiera. Si no, pueden ser pan para hoy y hambre para mañana.
La resiliencia organizacional es la capacidad de anticipar, prepararse y adaptarse a circunstancia imprevistas y a aprovechar oportunidades sin dejar de ser fieles a la misión. Ella redunda en profundizar, expandir o acelerar su impacto.
La resiliencia financiera permite afrontar contingencias tales como los cambios en los ciclos económicos o las crisis que trastocan las previsiones de ingresos.
La experiencia acumulada en los EE.UU. con este tipo de filantropía ha demostrado el valor que tiene dar fondos a una organización durante varios años para que los emplee de forma flexible en el fortalecimiento de sus capacidades, no en ninguno de sus programas misionales.
Ahora que estoy trabajando en la estrategia de colaboración empresarial para contribuir a un fondo que apoya la labor de un conjunto diverso de organizaciones de mujeres, identifico este problema cultural como uno de los principales escollos a superar.
Este nuevo enfoque requiere convencer a empresas y fundaciones de que una ayuda cortoplacista, aun siendo beneficiosa, no es la mejor respuesta a los problemas. Debemos evolucionar desde el paradigma de buscar financiación para los proyectos a buscar soluciones conjuntas a los retos sociales.
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