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¿Hará la IA prescindibles a muchos fundraisers?

Por Agustín Pérez, director de Ágora Social

Una veterana colega me manifestó su inquietud por las consecuencias de la generalización en el uso de la IA en términos de pérdidas de puestos de trabajo como el suyo. Mi pronóstico es optimista a este respecto.

Lo que pienso que es que la IA va a crear “fundraisers aumentados”, es decir, profesionales más eficaces y eficientes. Y que los únicos fundraisers que pueden temer por sus puestos de trabajo son los que no sepan usar la IA.

Como en su día muchos empleados de oficina fueron prejubilados por no ser capaces de actualizarse en el uso de Internet, quienes no usen la IA tenderán a ser desplazados, ya que serán mucho menos productivos que sus colegas.

Dije en otro artículo que el fundraising tiene un componente cada vez mayor de ciencia que de arte. En este sentido, la enorme capacidad de computación de la IA es un auxiliar muy útil.

El temor proviene más bien de la capacidad de la IA para realizar tareas artísticas, esto es, aquellas que requieren más habilidad que conocimiento, que se basan en la intuición incluso sin que vaya acompañada de una profunda comprensión. Me refiero a tareas tales como concebir una campaña publicitaria, redactar mensajes de solicitud o modular el discurso que hay que emplear para persuadir a cierta audiencia.

No hay más que ver la protesta de los guionistas de Hollywood ante el intrusismo de la IA en su trabajo y su reivindicación de una regulación que proteja su profesión.

Desde que la IA generativa se desarrollara a mediados del siglo pasado, ha sido usada por algunos artistas plásticos. A principios de los 70, el británico Harold Cohen desarrolló un programa informático denominado AARON para crear pinturas que fueron exhibidas en museos.

La IA generativa imita la creatividad humana. Lo que asusta es que es capaz de crear obras que no solo pueden tener una perfecta ejecución, sino que resuenan emocionalmente y llevan la impronta del creador que la maneja.

Como jugador aficionado al ajedrez, recuerdo cuando se pensaba que la IA nunca superaría la genialidad de un gran maestro. Porque este juego no es puro cálculo, sino también conocimiento del adversario y lucha psicológica. Cuando Kasparov fue derrotado por Deep Blue se derrumbó esa creencia en que la máquina no podía aprender y adaptarse al estilo de juego del contrincante.

La captación de fondos es quizá hoy más exigente que nunca. La competencia aumenta. Las generaciones de donantes cambian y hay que adaptarse a sus valores y preferencias. Las empresas y otras instituciones también evolucionan. La tecnología se actualiza a un ritmo que cuesta mucho seguir. En este contexto, la IA es una ventaja competitiva para quien la domina.

Al fundraiser no solo le hará más productivo descargándole de tareas en las que aporta menos valor, como por ejemplo crear variantes de piezas comunicativas para adaptarlas a distintos medios o la generación de informes, sino que será un ayudante de primer orden en sus funciones creativas.

La condición es que el fundraiser tenga una intuición y una capacidad de juicio que nunca, al menos eso quiero creer, tendrá la máquina. Si se abandona a sus designios, esta puede llegar a tomar el mando, como HAL en la película 2001: una odisea en el espacio.

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