Limosnas reeditadas

Oct 10, 2014

Por Agustín Pérez, director de Ágora Social.

Abundando en el tema del compromiso auténtico de los donantes que ha centrado mis dos entradas anteriores en este blog, quiero abordar ahora el asunto de las microdonaciones. Entiendo por estas las donaciones de muy pequeña cuantía que apenas cuestan esfuerzo a quienes la realizan. Un ejemplo es Teaming, la propuesta que consiste en detraer cada mes un euro de tu nómina a manera de colecta organizada y sistemática en el seno de una empresa.

Dejemos al margen la valoración de si vale la pena promover este tipo de acciones por la recaudación que se consigue. Puede haber fórmulas que, si son seguidas masivamente y a bajo coste, resulten muy remuneradoras. Lo que más me preocupa es el posible efecto sobre la cultura de la donación y el compromiso genuino de los donantes.

Como en el caso del activismo perezoso, el de quienes creen que se cambia el mundo con solo firmar una petición colectiva o pulsar el botón “Me gusta” para sumarse a través de Facebook a una buena causa, siempre he desconfiado de estas fórmulas que facilitan tanto la donación como para hacer de ellas un acto tan poco significativo.

Ahora, he encontrado un fundamento científico para sustentar mi recelo. Una investigación del profesor asociado Alex Imas, de la universidad estadounidense Carnegie Mellon, concluyó que promover que las personas lleven a cabo actos prosociales con un pequeño coste para ellas podría darles una suerte de licencia moral para eludir aportaciones más importantes con posterioridad. Para alcanzar este hallazgo, realizó dos experimentos. En el primero de ellos, se medía el efecto de determinados incentivos ofrecidos en las empresas. Entre estos se encontraba el de donar el dinero a una ONG. Los empleados estaban dispuestos a trabajar más con incentivos que proporcionaban dinero a ONG siempre que se tratara de una cantidad de dinero relativamente baja. Si el incentivo económico era mucho más alto, solo trabajaban más si les beneficiaba a ellos en lugar de a una ONG.

El segundo experimento tenía que ver con la influencia de la actividad prosocial en el futuro comportamiento ético del individuo. Mostró que las personas que realizaron una contribución inicialmente más costosa estaban más predispuestas a actuar con mayor consistencia moral y a desarrollar más comportamientos prosociales en el futuro. En cambio, las que hicieron contribuciones de bajo coste, las utilizaron como pretexto para evitar comprometerse con propuestas en beneficio del prójimo aduciendo que “ya había puesto su grano de arena”.

El altruismo se define como la diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio. Si lo que se nos propone tiene tan bajo precio que nuestros bolsillos ni lo notan, más que promover un comportamiento altruista orientado a conseguir mejoras sociales profundas estaremos dando a mucha gente una vía para tranquilizar sus conciencias.

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