Donar por una mirada
Jul 22, 2014Por Agustín Pérez, director de Ágora Social.
Acabo de ver un conmovedor llamamiento a la colaboración que realiza Acción contra el Hambre en beneficio de las personas que huyen de la guerra en Siria. Creo que puede resultar muy eficaz porque te acerca a su sufrimiento a partir de la triste mirada de una niña (Los ojos de Rihba). He oído comentarios de colegas que recaudan fondos para esta causa en el sentido de que las donaciones dejan mucho que desear a pesar de la magnitud del problema y de que la gente mínimamente informada lo conoce a través de los noticiarios. No me sorprende. Que sepamos que son más de dos millones las personas que han huido de horrores tales como los bombardeos con gases tóxicos, los combates callejeros o la represión más despiadada seguramente no es suficiente para vencer nuestra pasividad. ¿Qué necesitamos ver para actuar?
Es necesario convertir a las víctimas estadísticas en víctimas individuales. Ya lo decía Stalin con su criminal lucidez: “La muerte de un hombre es una tragedia, pero un millón de muertos es una pura cifra”. Esa misma idea la expresó la Madre Teresa, a pesar de que su talante moral era diametralmente opuesto, cuando dijo: “Si miro a la masa, nunca actuaré; pero si miro a un individuo, sí lo haré”.
De manera que, aunque los datos nos permitan visualizar mejor la dimensión de un problema, lo que impele a actuar no son ellos por sí solos, sino las emociones que suscitan. Los datos nos dan razones para hacer algo, pero son las emociones las que nos provocan el deseo de actuar.
No solo el dato no basta por sí solo, sino que un exceso de datos y un enfoque netamente racional de un asunto puede inhibir el impulso de donar, ya que –como se ha comprobado en experimentos- a la gente le resulta muy difícil hacer cálculos, procesar información estadística, comprender grandes magnitudes, y al mismo tiempo sentir emociones. El caso de las masacres Darfur (Sudán), que fue objeto de campañas en un pasado reciente, es un buen ejemplo de un “sufrimiento estadístico” que no ha suscitado una gran movilización.
Hasta tal punto el ser humano tiende a tomar sus decisiones siguiendo los dictados de su corazón que a menudo se muestra irracional o al menos poco calculador. Nadie protestó cuando en los EE.UU. se gastaron 48.000 $ a cuenta del contribuyente para rescatar a la perrita Forgea, que pasó tres semanas a bordo de un buque cisterna que la tripulación abandonó en el Pacífico.
Es un error, en general, plantearle a un posible gran donante, sobre todo si tiene un perfil psicológico muy emocional, un acervo de datos para avalar la relevancia de un problema. Hasta el más racional de ellos tiene que sentir algo en torno a la causa. Por eso, el empleo de testimonios es uno de los recursos más eficaces.
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